Fablehaven 2 - La ascensión del lucero de la tarde by Brandon Mull

Fablehaven 2 - La ascensión del lucero de la tarde by Brandon Mull

autor:Brandon Mull
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico, Infantil y juvenil
publicado: 2007-11-01T00:00:00+00:00


12. Peligro en la noche

Las ramas y palos muertos saltaban y crepitaban con el sonido de fuegos artificiales mientras Hugo avanzaba con sus pesadas zancadas por el bosque sumido en la oscuridad. La luz de las estrellas no lograba traspasar la envolvente negrura que reinaba bajo los árboles. El golem mantenía un paso constante, sujetando a Coulter con un brazo y a Seth con el otro, como si fuese un zaguero con dos balones.

Salieron del bosque por un momento y cruzaron ruidosamente un puente cubierto que pasaba por encima de un profundo barranco. Seth lo reconoció como el mismo puente que había visto cuando la abuela les había llevado a Kendra y a él a negociar con Nero. No lejos del puente, Hugo volvió a salirse del camino y reanudó la veloz y ruidosa marcha a zancadas por la oscuridad más absoluta. Sólo algún que otro claro del bosque dejaba pasar el tenue brillo de las estrellas, interrumpiendo la oscuridad.

Seth seguía en tensión, preparado mentalmente para la aparición de Olloch. Esperaba que, en cualquier momento, el glotón, descomunal ya, atacase a Hugo, y rasgara la noche con su fiero rugido. Pero Hugo seguía adelante infatigablemente, sorteando con toda facilidad cualquier obstáculo.

Llegó a lo alto de una cuesta empinada y se lanzó pendiente abajo sin la menor vacilación. Seth se sentía como si estuviesen a punto de tropezar a cada paso, pero el golem no dio un solo traspiés. Cuando llegaron a un árbol muerto apoyado en un precipicio, sin ayuda de las manos, Hugo subió por el tronco podrido como si fuese una rampa. Al alejarse del suelo, a Seth le dio un vuelco el estómago y tuvo la certeza de que se despeñarían, pero aunque el árbol crujía bajo su peso, el golem no perdió pie en ningún momento.

Al cabo de un rato llegaron a un gran valle despejado, con una colina redondeada en cada extremo. Después de la oscuridad absoluta del bosque, la luz de las estrellas bastó para mostrarles el terreno circundante. El suelo aparecía cubierto de arbustos altos mezclados con plantas espinosas. A lo lejos, en una punta del valle, entre las dos colinas más elevadas se veía un oscuro grupo de árboles.

Hugo atravesó el valle a brincos, para detenerse bruscamente ante el límite de la arboleda sombría.

—Unos pasos más, Hugo —dijo Coulter.

El golem se inclinó hacia delante, temblando. Retrocedió y los temblores cesaron.

Lentamente, Hugo levantó una pierna. Al intentar dar un paso al frente, empezó a temblar.

—Basta, Hugo —dijo Coulter—. Déjanos en el suelo.

—¿Qué le pasa a Hugo? —preguntó Seth.

—Al igual que la mayoría de las criaturas mágicas no pueden entrar en el jardín de la casa, Hugo no puede entrar en este bosquecillo. Hay una frontera invisible en este lugar. El suelo está embrujado. Por fortuna, nosotros como mortales podemos ir a donde queramos.

Seth levantó las cejas.

—¿Tenemos que enfrentarnos al fantasma sin Hugo? —dijo.

—Imaginé que pasaría esto —respondió Coulter—. Pero me hubiese gustado haberme equivocado.

—¿Estamos seguros de querer entrar en un lugar en el que Hugo no puede?

—No se trata de querer o no querer.



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